20 junio, 2006

A una señorita....(Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles. )

Lo primero dar las gracias por las felicitaciones tanto por el blog y en concreto por el artículo de la sencillez, espero poder de vez en cuando hacer algún otro artículo de opinión y que os siga gustando, no es otro si no este el objeto de este blog.

Hoy tengo que saldar una cuenta pendiente, de una promesilla que realicé. Es para una chica de la Bureba, afamada y rica zona, con una agricultura envidiable y con una gente tan bonachona como encantadora. A ella, que desde mucho tiempo atrás tuvo un huequecito de mi corazon que nunca quiso ocupar, con una forma de ser auténtica, sin artificios, una señorita especial de puro normal, como ya sabreis lo más complicado de esta vida es ser sencillo. Por todo eso y porque es una tía de puta madre, esto va para ti Nataly:




EL AMENAZADO

Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa
máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué
me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga
erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para
cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la
Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi
madre, la sombra militar de los muertos, la noche intemporal,
el sabor del sueño?

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la
voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas,
pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la
memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan las hordas.
(Esta habitación es irreal, ella no la ha visto).
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.
José Luis Borges

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