16 noviembre, 2009

If there is a dream, there is a way

Ya es otoño y he de decir que siento una extraña predilección por esta estación del año, más allá de lo puro paisajístico que nos regala combinaciones preciosas de colores, hojas por el suelo, primeras prendas de abrigo, lluvias y días grisáceos y mil regalos más, que los sentidos se encargan de remarcarnos casi todos los días.

Las mantas dejan de ser un adorno o un bulto de armario y pasan a ser unas acompañantes necesarias en un sofá, que los cafés los queremos con humito de caliente y que los helados son caprichos y no necesidad, que las terrazas suenan al año pasado y que las mini faldas vienen acompañadas de una media y no de una hermosa piel de mujer al aire.

Los paseos se acortan y son necesarias las pausas periódicas en una cafetería, los abuelos se trasladan de las plazas de barrio a las obras, la noche le gana la partida al día y nos roba el sol demasiado pronto y los dulces vuelven a la dieta hasta la siguiente operación bikini.

Me gusta el otoño, pero me gusta sobremanera por dos motivos muy concretos, el primero es puramente físico y es que se recupera esa indescriptible e incomparable sensación que se produce cuando te decides a abordar la cama y durante unos cuantos segundos que a veces parecen minutos y a veces parece un momento que no tiene fin, tu calor corporal lucha por vencer el frío de esas sábanas que parecen sacadas de un congelador. Estremeces el cuerpo y te acurrucas, agitas incontroladamente las piernas buscando que la cama adquiera la temperatura a la cual un humano puede conciliar el sueño. Es un momento de angustia física y de, sin embargo, un placer difícil de explicar o describir, que para mí, es único.

Los pies muchos días no adquieren ese calor que el cuerpo ha conseguido después de esos momentos de aclimatación al medio, para eso hay un truco, que creo todos conocemos, pero que no siempre podemos aplicar. Consiste en tener a una persona al lado que se introduzca a la vez en la cama y que en los movimientos conjuntos que realizáis los dos, cual equipo de natación sincronizada, coincidan los dos pares de pies por casualidad buscada y empiecen a tontear como si tuvieran vida propia, entonces el frio desaparece. Como decía nuestro ilustre poeta Lope de Vega en referencia al amor, pero refiriéndonos en este caso que nos ocupa: “Quien lo probó, lo sabe”.

La segunda característica inherente al otoño y que me gusta de forma especial es la melancolía. Que ibais a esperar de alguien que ha crecido con Joaquín Sabina y que Ismael Serrano ha ocupado largas horas de su vida. Pues si melancólico. Esta época solemos usarla para realizar balances, para ponernos al día, para revisar nuestros logros y nuestros fracasos, para tachar que sueños o anhelos hemos cumplidos y cuales nos quedan de nuevo por delante otra vez más, quizá sea herencia de nuestra etapa escolar y nuestra mente comienza los años a la par que el curso escolar, por eso en esta época nos evaluamos a ver si el curso pasado ahora visto en perspectiva ha sido bueno y como encaramos el que empieza, nos hacemos promesas, nos apuntamos a todas esas cosas que tenemos pendientes más aún que en la famosa cuesta de enero.

Nuestras autoevaluaciones suelen ser duras, porque son nuestras, porque nos examinamos a nosotros, a los únicos que no podemos mentir, ante los únicos que no podemos fingir, porque si ves fracaso, el culpable no es el Alcorcón, somos nosotros mismos, porque a veces ver lo que somos, en lo que nos hemos convertido nos da miedo o no nos gusta.

Y ahí surge la tristeza, sentimiento normalmente relacionado con la melancolía, de hecho lo llamamos melancolía porque es más fácil decir al de al lado cuando te pregunta ¿qué tal estás?: “Estoy melancólico” que “Estoy triste”, que difícil lo hacemos, es mucho más sencillo ayudar al triste que al melancólico, pero lo decimos, para que el partenaire sepa que estás triste pero que no quieres que te insista ni anime, que el otoño pasará y ya está.

Todos los que me conocéis, incluso los que no me conocen sabrán de mi habilidad abrumadora de hablar durante cantidades inmedibles de tiempo, muchas veces sin decir nada, habilidad, por cierto, que ya a estas alturas pensaba me habría colocado en un cargo político a la altura de mi verborrea insustancial. Como negarnos a estas alturas de la peli es de estúpidos, seguiré siendo ese tipo majete que no calla, pero estoy intentando compaginarlo, en la medida de lo posible, con otra contingencia que he descubierto se puede dar en una conversación entre dos o más personas y es la de escuchar.

Porque yo que tengo bastante olvidados mis estudios de Lengua de EGB, no recordaba habitualmente que para que se de una comunicación, se requiere un emisor y un receptor, en un lenguaje asequible hasta para Belén Esteban diríamos, uno que habla y otro que escucha. Y se descubren cosas muy interesantes, como que la gente cuando la escuchas habla, yo como me dedicaba a hablar, pensaba que la falta de participación de las otras personas se daba a que lo hacía tan bien que se dedicaban a admirarme, pero craso error por mi parte, no hablaban porque me estaban escuchando a mí.(gracias por soportarme todo este tiempo). Pues lo que decía que la gente cuando la escuchas hablas y cuando la escuchas mucho habla más y así hasta que se acaba la crema de orujo o hasta que el café se queda frío o hasta que el Josele casi se cierra.

Descubres que todos suspendemos alguna en este examen otoñal, que a todos nos gustaría mejorar en alguna asignatura y que también hay alguno que te enseña el sobresaliente que ha sacado este año en una de sus asignaturas duras.

Y escuchando me he enterado de muchas cosas:

· Que hay gente que no quiere vivir donde está viviendo, que quiere volver pero que ahora no puede y que ve lejísimos el momento y cada día se le hace largo.

· Que hay gente que tiene dudas de si la carrera que eligió y el trabajo que tiene en la actualidad, fue una decisión correcta y que se plantea nuevos retos, pero que está jodida porque no sabe la respuesta a todas esas dudas y que la gente que la rodea no entiende como una persona que siempre regalaba sonrisas, ahora regale gestos serios.

· Que hay gente que después de muchos años, se decide a empezar a estudiar una carrera de 5 cursos con 25 años porque es su vocación y que los demás la admiran por ello.

· Que se pueden querer un tío calvete y grande, con tanto corazón como volumen corporal y un pequeño ser de ojos claros que vive en la Siberia palentina y que sus amigos están más felices que ellos de ver a dos seres increíbles juntos.

· Que hay licenciados que son felices levantándose a las 4 de la mañana para repartir dulces por los establecimientos de una ciudad y que sus amigos están más orgullosos de el que si tuviera un puesto de funcionario de 7.000 €/mes

· Que hay gente que después de 28 años vive con un amigo de la infancia.

· Que hay gente que ha superado a base de lágrimas y cojones una ruptura de una relación de 4 años.

· Que hay gente que un cabrón infiel le ha hecho pasar malos momentos, pero que ahora le espera en un sofá y que se da cuenta de que le quiere un montón y que querer a alguien es algo no sólo muy bonito si no necesario.

· Que hay gente que es ingeniero y que vive con su novia en una ciudad que antes olía mal y que se les ve felices.

· Que hay ex futbolistas que se hacen camareros y quieren a su perro como a una persona porque, entre otras cosas, tienen un corazón que no les cabe en el pecho.

· Que hay gente que acoge en su casa a quien cree puede cambiar su vida para bien, aunque Nueva York está muy lejos.

· Que hay gente que va a vivir a Madrid, porque allí está lo que da sentido al resto de las cosas y que sus amigos brindaron por ello aunque eso suponga que no le vean casi nada, porque vivir en Madrid significa que no le verán jodido, que eso si duele.

· Que hay gente que no sabe qué hacer cuando la persona a la que más ha querido nunca, regrese a España y puedan volver a coincidir.

· Que hay gente que tiene su amor en Turquía y que no se resigna a que sea imposible.

· Que hay gente que recuerda a otras personas porque llevaban una camiseta de color lila.

· Que hay gente que después de años estudiando aquello que no quería, se dedicó a hacer aquello que le llenaba y que curra en un trabajo que no es lo que quiere, pero que tiene los huevos de seguir para delante y seguir buscando aquello que le guste, perdido en ciudades grandes como una capital.

Esta gente es especial, lo es y mucho, porque son gente cercana y porque todas y cada una de ellas tienen algo único, porque hay características que los hacen especiales, porque estos que aparecen aquí y otros muchos que no aparecen, son los que me acompañan, los llamo amigos porque soy incapaz de recordar tantos nombres, debido a que antes escuchaba poco.

A todos ellos y al que quiera, deciros que aprovechad ahora que tiene mucho tiempo el jeta ese que está de año sabático, que cabronazo, porque ahora habla menos, escucha más y al final siempre da un buen consejo. Esto último no es virtud mía, es que, la gente de la que me rodeo hace las cosas tan bien y son tan buenas en sus actos, que simplemente aconsejo a una persona lo que he visto o me ha dicho otra.

Decía el maestro: “Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción” y yo parafraseándole diré que “Lo bueno de tener mucho tiempo libre es que te das cuenta de la gente que tienes alrededor y de las cosas que merecen la pena y lo malo de las personas que conoces y que te sorprenden y que te hacen pensar, es que no sabes si dejar que sea tu amigo y fingir que no hay más sentimiento que ese o decirle que tienes mucho frío en los pies por las noches y que si no le importaría calentarlos contigo”.

Hay una frase que me tiene loco últimamente y que pienso seguirla en lo medida de lo posible: “Llegarás cuando vayas, más allá del intento”, ved el video, lo entenderéis, total si habéis llegado aquí ya habréis perdido muchos minutos de vuestra vida, aprovechad los 5 siguientes…

PDTA: En breves actualización de la teoría de los 2 metros, ya lo siento amigos postes.




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