30 abril, 2010

Justicia poética

Tenía ganas de abordar algún tema no tan sensiblero como habitualmente hago, con un poquito de crítica, intento evitarlos, porque soy más partidario de hablar de las cosas bonitas e importantes de la vida que entrar a valorar cualquier tema de actualidad o de cualquier otra índole. Para eso ya están los telediarios y los debates radiofónicos y televisivos que cada día repudio más, porque para hablar de algo parto de la base de que no tengo razón, cada uno tiene una opinión y pensar que la mía es la correcta y defenderla hasta el punto de vilipendiar la del contrario hasta límites inaceptables no me parece ni lógico y sobre todo productivo, por lo que aunque siempre he sido un ferviente opinador, intento gastar las menos fuerzas y tiempo en estas cosas.

No obstante hoy me apetece, porque he visto y vivido algo que me ha hecho recordar algo que siempre me ha rondado la cabeza y me ha inspirado, así que hoy toca criticar.

Reitero de nuevo y que vaya por delante que es mi opinión lo que aquí voy a plasmar sin ningún afán de adoctrinar ni de entrar en debate con nadie, es la mía y me vale para vivir cada día, si alguien me da la suya diré que es correcta tanto o más que la mía propia.

Leí, hace no mucho, un artículo en la revista Quo que me provocó una sonrisa, decía lo siguiente, “La lotería de empresa siempre se agota porque no soportamos la idea de que nuestro compañero se haga rico”. O sea que no compramos lotería con la ilusión de ganar un dinero y mejorar nuestra calidad de vida, no, nuestra felicidad se basa en que la calidad de vida del prójimo y próximo no mejore. Curioso cuando menos y pensé, muy español el tema esto de la envidia y el mal ajeno, pero he de decir que el artículo explicaba que, aunque mucho más marcada esta tendencia en España, este caso se daba en la mayoría de los países que abarcaba el estudio. No le di más importancia que la de mi risa estúpida ante la lectura de una revista de divulgación.

Ayer tuve un primer deja vu de esta situación, compartía terraza y copa con un amigo cuando me comentó que le parecía exagerada la actitud de algunas personas cuando acabado el partido Barsa-Inter de Milán, con la derrota de la eliminatoria por parte del equipo blaugrana, celebraban la misma como si fuese su propio equipo el que se había clasificado. Oímos cláxones de celebración, vítores y durante el día de hoy en redes sociales, messengeres, televisiones, radios, periódicos, etc. ha sido un goteo constante de celebraciones de la derrota de un rival. De nuevo curioso cuando menos.

Y para cerrar el círculo, esta tarde he vivido un segundo deja vu. He asistido a la final de la liga de baloncesto femenino que se disputaba en Salamanca, para los amantes del baloncesto una auténtica fiesta, no recuerdo un pabellón como el que he vivido hoy y en alguno que otro he estado. En el equipo contrario al local jugaba Amaya Valdemoro jugadora muy visceral, de esas que suelen odiar las aficiones contrarias, pero por encima de esto una jugadora superlativa y posiblemente la mejor jugadora española de todos los tiempos. Yo estaba allí dentro de mi ecuanimidad ya que ninguno de los dos equipos es el “mío”, disfrutando del ambiente del baloncesto y de la bolsa de gominolas que me había comprado, pero un señor muy agradable y educado, todo hay que decirlo, se ha empeñado en hacerse amigo mío. Ha empezado a hacerme comentarios del partido para hacerme entrar en la conversación y yo por no hacer un feo al tiempo y dinero que se ha gastado mi madre en mi educación, he dado mi brazo a torcer y he sido cortés con él y he dialogado amistosamente.

Después de varias frases baloncestísticas e intercambio de opiniones la conversación ha derivado en algo parecido a esto.

- (Interlocutor desconocido) Yo quiero que ganen las nuestras sobre todo porque me caen muy mal Milton(jugadora americana del otro equipo) y Amaya.

- (Yo) Ya hombre, pero Amaya es una muy buena jugadora y ha jugado aquí varios años, tampoco será para tanto.

- (Interlocutor desconocido) Ya pero mira como celebra las canastas, es una chula.

- (Yo) Si, pero Isa (jugadora del equipo local) hace lo mismo en cada jugada y no por eso es chula, lo hace para animar a su equipo y la gente.

- (Interlocutor desconocido) Si, pero esa juega en nuestro equipo

- (Yo) Y cuando Amaya lo hacía en este pabellón con el equipo de aquí, ¿qué era entonces?

- (Interlocutor desconocido) (tras silencio) tienes razón, pero joder, es que no juega en nuestro equipo¡¡

He de decir que el hombre simpático y correctísimo, lo decía como con pena, como diciendo, que si joder, que ya sé que no es así pero que me jode, como intentando averiguar porque su corazón odiaba algo que racionalmente no hacía. Es como un antiguo amor, ¿Cómo vas a odiar a alguien que has querido previamente porque simplemente no esté a tu lado?, vale que no la quieras igual o incluso que te produzca indiferencia, pero de ahí al odio hay un trecho. Quizá ese buen tipo odiaba a esa jugadora porque no la podía querer, sin más motivación que esta. De nuevo por tercera vez curioso cuando menos.

En mi pequeño paseo del pabellón a casa he estado pensando sobre esto, lógicamente porque me había quedado sin gominolas si no, no creo que hubiera pensado en nada. Y no es un tema de envidia pura y dura si no más bien una falta globalizada de empatía. Según la RAE.

empatía.

1. f. Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro.

Y esto sí que es profundamente español, como las tapas, los toros o el fútbol. Nos encanta ganar nosotros o nuestros equipos, pero lo que realmente nos excita es que el rival pierda. Queremos ser felices, pero exactamente un poco más que nuestro vecino, cuñado o hermanos y compañeros de trabajo, con eso nos vale. Nos hacemos de Schumacher para que cuando gane reírnos de los que son de Alonso, incluso de Federer para cuando palme Nadal y así mil ejemplos que imagino os estén bombardeando la cabeza. Si hasta somos de Belén Esteban o Campanario¡¡¡

Igual me equivoco, pero es que no me imagino a un suizo que sea de Nadal, me cuesta, o un italiano que sea de Lorenzo y no de Rossi o que se yo un argentino que prefiera a Cesc antes que a Messi. Pues mira en España pasa, somos así y nos quedamos tan contentos.

Nos molestan los mitos, nos joden los buenos cuando son “de los nuestros” porque no somos nosotros.

Pero bueno en esto entraríamos en el debate de gustos y como para gustos los colores pues a callar, pero lo que me molesta sobremanera es que no seamos capaces de ser conscientes de la gente extraordinaria, de la gente que ha conseguido ser el mejor o de los mejores en lo suyo. A esa gente hay que valorarla, hay que aplaudirla, hay que tratarla como se merece alguien que ha destacado, porque no les ha caído del cielo, porque se lo han currado y mucho, seguro, porque no nos sobra gente extraordinaria en este país, es más nos falta, pero los que hay los hundimos, a los inteligente los llamamos listillos, a los que celebran algo por lo que han luchado toda una vida los llamamos chulos y a los que no sabemos cómo definirlos, pues suertudos.

Me emocionó hace muy poco el fallecimiento de don Miguel Delibes, genio en lo suyo, preciosa y emotiva la devoción de los vallisoletanos en su capilla ardiente, eso sí, somos justos cuando mueren nuestros genios somos unos caballeros, las cosas como son, pero en vida no reciben normalmente la aclamación popular. Porque podíamos ver las listas de libros vendidos en los últimos años, seguro que Harry Potter y Stig Larsson y otros muchos “grandes literatos” estaban por encima del nuestro.

A Maradona en Argentina le perdonan haber sido cocainómano, haber protagonizado infinitos escándalos, ser mal entrenador, todo, porque fue lo que fue, sin embargo aquí tenemos a un jugador que se llama Raúl, que nació en un barrio obrero, que ha tenido una mujer y cinco hijos, que ha batido todos los records habidos y por haber, sin un mal gesto, sin una sola expulsión en su vida, pero que tiene dos defectos imperdonables, ser español y no ser nosotros.

Pues a mí me gusta la gente extraordinaria, no los envidio, los aplaudo y los respeto, me alegro del que haya triunfado porque estamos todos en la lucha, porque no saldré nunca en una portada de nada, ni podré dedicar un premio a mis padres, ni apareceré en un libro de texto escolar, pero si lo hiciera gritaría como hizo Alonso cuando ganó su campeonato del mundo, celebraría los tantos como Nadal, dedicaría mis éxitos a mis padres aunque el regidor me diga que no lo haga y daría un brazo y una pierna porque cuando me muera la plaza mayor de mi ciudad estuviera llena de gente a ver mi féretro y lloraran sin conocerme personalmente.

En último lugar, contaré lo que ocurrió poco después de la conversación arriba descrita.

Quedarían como 30 segundos del partido que estaba viendo, dos puntos arriba para el equipo visitante y de repente Amaya Valdemoro, coge el balón, finta a una rival da un bote, se para y tira un triple con la defensora punteándola y …TRIPLE, decidido el partido y el título de liga para su equipo. En un alarde de deportividad y de coraje, ya que estaba rodeado de cientos de aficionados del equipo local, he aplaudido, porque me parecía justo, porque aquella jugadora acababa de hacer una jugada extraordinaria, al alcance de muy pocos, ese tipo de canastas que yo soñaba meter cuando entrenaba tirando solo ante una canasta. Entonces he mirado a mi derecha y el señor con el que había conversado estaba aplaudiendo, justicia poética he pensado, por fin estaba expresando aquello que realmente pensaba, no la odiaba, tampoco la quería, pero que buena es y qué pena que no juegue en mi equipo.

Creo que en el fondo, a veces odiamos a la gente extraordinaria porque cumplen los sueños que cada uno teníamos y no hemos podido cumplir. Yo he soñado miles de veces con un pabellón lleno de gente gritando, chillando, 4 compañeros y cinco rivales y tirar ese triple y meterlo. Y el que diga que es un gesto de falta de respeto el celebrarlo, diré que, una mierda. Si después de una vida jugando al baloncesto, de haber gastado miles de horas en un pabellón, de que las haya perdido mi padre esperando a que yo entrenara, de perderme todos los fines de semana cuando mis amigos salían de fiesta porque tenía partido, de horas perdidas en autobuses o aviones en desplazamientos, de horas de gimnasio, de dieta, de lesiones y malos ratos, si después de toda una vida dedicada a algo, lo consigo, como haya un tipo que no sabe ni lo que es el deporte al que juego, que se ha comprado una entrada porque su amigo va todos los días y no quiere quedarse solo , tiene los cojones de decirme algo por celebrar algo que me he ganado con el esfuerzo de una vida, lo mato, sería para agredirle físicamente y con razón, pero no, nos cagamos en la madre del que se ha esforzado, esa madre a la cual yo hubiera dedicado mi canasta.

Yo he sido bueno en alguna de las cosas que he hecho en mi vida, pero nunca he sido el mejor y no me importa, por eso me ha encantado aplaudir a alguien que si ha sido la mejor en lo suyo, en el fondo igual también la odio un poco…



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